jueves, 18 de diciembre de 2008

Textos e hipertextos


De pequeña no me daba cuenta porque leía otras cosas pero desde que empecé a leer "libros de mayores" -qué se yo, novelas, ensayos, clásicos- reparé en que mis padres, al contrario que los de la mayoría de mis amigos, no empleaban su sueldo en construir una biblioteca.

Pese a ello, mi hermano y yo habíamos empezado a leer pronto, él hasta el punto de convertirse en un auténtico apasionado de la ciencia ficción y la novela histórica y de empezar a acumular torres de libros en los escasos 4 metros cuadraos de habitación que tiene. Creo que todos mis vecinos le han visto alguna vez andando por la calle sin mirar de frente, embebido en la lectura de alguno de sus tochos y en riesgo de caer por una alcantarilla sin tapa o de comerse una farola. El caso es que es uno de los pocos rasgos que yo veía de sobresalientes en él ya que, por otra parte, nunca habíamos tenido una relación muy cercana.

Cuando íbamos al pueblo de mi madre, donde sólo recuerdo haber visto dos libros rondando: "Inshallah", de Oriana Fallaci y "El Club Dumas", del inefable (y entiéndase negativamente) Arturo Pérez Reverte, él se encerraba a leerlos y releerlos mientras yo cogía la bici y no paraba por casa. Sin embargo un día (imagínese tarde de agosto calcinante y prohibición de salir a la calle hasta que bajara un poco el sol) no sé si por intentar superarle o qué, decidí leer yo también "El Club Dumas", que si tantas veces lo leía, por algo sería. Resultado, no entendí ni papa, mi edad mental daba para leer las aventuras de los 5 y poco más.

Años después, en mi tercer campa con los scouts, mi compañera de unidad se dedicaba a leer a la luz de la linterna un libro sacado del cajón de tiempo libre. Era un ejemplar de bolsillo, amarillento y deslucido de "El Club Dumas". Sara no pasó de las primeras 40 páginas, normal, no es buena ocasión un campamento para leer ningún libro que no sea un manual de primeros auxilios, sin embargo yo decidí darle una segunda oportunidad y me lo llevé a casa. Me enganchó, me tuvo entretenida unos cuantos días y me recordó el auténtico valor de la lectura, concepto que tan claro tenía de pequeña cuando simplemente sabía que "me encantaba".

Parece que realmente existen esas famosas asociaciones hipertextuales de las que tanto nos hablan en clase, pero claro, sólo a través de estupendos ejercicios de periodismo como el de Susana Fortes.

"Hay una edad en la que se ama el misterio, la conspiración solitaria, los mensajes cifrados, los juegos lógicos, el enigma cuya solución está en el fondo de uno mismo, el cine negro, los cigarrillos rubios y los libros antiguos. Son años en los que la lectura lo es todo porque forma parte esencial de los sueños. Después vienen la vida y sus rebajas."

S. F., Babelia 6.12.08

4 comentarios:

Isam dijo...

Doy fe de ir con tu hermano en el metro uno en frente del otro, decirnos: "Hola!" y luego yo ir jugueteando con el móvil y él leyendo sin hablar nada xD...

Por cierto, el Club Dumas, es un libro que hay una pelicula de Polanski basada en él que se llama "La novena puerta"? si, no?

ELENA dijo...

Siiiiii! Con Johnny Depp haciendo de Corso ;)

Anónimo dijo...

Hazte escritora joder¡¡¡






Por cierto tu anecdota de tu hermano es verdad , un dia me quede empanada xq iva derechito a una farola , pero naaa...:(




Ya le preguntare a tu hermano si tiene un superpoder para esquibar obtaculos , como vision o un oido superdesarrollado....



xD

ELENA dijo...

Yo no quiero ser escritora, sino lectora(que cada vez soy menos...¬¬).

Pues sí, mi hermano debe tener medio cerebro de murciélago o algo así...igual es Bat-maaaan! (y yo sin enterarme).